Grado cuarto: El hombre como evento de la comunicación libre e indulgente de Dios mismo

La auto-comunicación de Dios es trascendente. Sobrepasa todos los pensamientos tangibles en la historia por los cuales hemos deseado conocer a Dios, como lugares, cosas y personas santas. Dios no puede ser contenido por ellos. ¿Si no es posible conocerle por estas referencias, entonces, cómo es posible conocer a Dios? Rahner contesta que sabemos de Dios cuando Él se comunica, eso es, da a nosotros el ser divino. El don ocurre en el ser humano, la persona que es “el evento” de la llamada de Dios. Cuándo Dios les da a personas una participación en el divino mismo, Dios no sólo los libera para responder. Dios ofrece también el perdón. Dios perdona en la oferta de una relación siempre-renovada con Dios.

Foto de Karl Rahner por Adolf Waschel de Vienna, publicado en p. 17 de Karl Rahner, I Remember: An Autobiographical Interview with Meinold Krauss, translated by Harvey D. Egan, S.J. (New York: Crossroad, 1985).

El Grado IV elabora este argumento en cuatro partes. En la primera parte, Rahner aclara dos equivocaciones. Una es que ese don de Dios a seres humanos sea una cosa, es decir, un mensaje o la revelación acerca de Dios. Rahner dice que no, Dios los ofrece a seres humanos en una apertura a la vida divina. La segunda equivocación es que ese don del ser divino sea un evento histórico o una experiencia trascendental. Rahner indica que esa comunicación de Dios con los seres humanos es ambas. El evangelio histórico nos invita a responder, y nuestra respuesta nos permite sobrepasar a quién nosotros éramos antes.

En la segunda parte Rahner se pregunta ¿Cómo comunica, el Dios trascendente, la vida divina a seres humanos? Dios se comunica llegando a ser “inmediato” a nosotros. En nuestra propia experiencia – nuestra experiencia del auto-reflejo, del conocimiento de sí mismo, y de la auto-trascendencia – reconocemos a Dios como Él que nos ha llamado y nos ha sostenido. Reconociendo nuestro estado como incompleto, nosotros anhelamos por algo llenar nuestro vacío. El amor de Dios, dice Rahner (156), “crea este vacío para comunicarse a sí mismo.” Dios llena el vacío invitando y permitiendo a los seres humanos hacer las elecciones libres y responsables. De esta manera, Dios forma una relación con la humanidad.

En la tercera parte, Rahner indica que ese don del ser divino toma la forma de una “existencial sobrenatural.” Es un existencial porque es una oferta a todos. Cada persona está ordenada a la comunión con Dios. El don de Dios mismo es sobrenatural porque la comunión con Dios no sería posible si Dios nos hubiese dado la capacidad para ello. Nosotros que nos abrimos a la experiencia del don de Dios lo encontramos como el perdón. La aceptación de la oferta constante de una relación con Dios vence la culpa del pasado. La vida de Dios es la fuente de nuestra nueva vida.

En la cuarta parte, Rahner muestra la relación entre la humanidad y el Dios Trinitario. El idioma de “un Dios en tres personas” es difícil de tomar porque sugiere a tres individuos con su propia vida interior. Esta “Trinidad inmanente” no es la vida interior completamente escondida de Dios, pero es idéntico a la Trinidad de la economía de la salvación. Vemos a Dios “económicamente,” eso es, como activo en la historia. La historia de Dios, que revela la divinidad en tres personas y la une con la humanidad, es la historia de la salvación.


Parte 1: Notas previas

(IV.1, p. 147) Las observaciones preliminares de Rahner tienen que ver, primero, con la naturaleza de la auto-comunicación como el don de Dios y su propio ser. En segundo lugar, ellos deben tener una unidad entre lo histórico y lo trascendental en esta comunicación. Dios se comunica no sólo en actos poderosos, individuos proféticos, las palabras de Escritura y las tradiciones de la Iglesia, sino también en la llamada íntima de la conciencia y de la libertad.

A. Concepto de la “comunicación de Dios mismo”
(IV.1.A, p. 147) Cuándo decimos que Dios se comunica con nosotros, no significa que Dios dice algo “acerca” del ser divino, sino que Dios da el ser divino a los seres humanos. “Dios en su realidad más auténtica,” dice Rahner, “se hace el constitutivo más íntimo del hombre” (148). Dios nos da el don divino y lo hace esencial a nuestra propia identidad. Esto no significa, sin embargo, que Dios es un elemento o una cosa. La comunicación es algo espiritual, conocido a nosotros por, por ejemplo, la llamada “conciencia.”

B. El mensaje cristiano como punto de partida
(IV.1.B, p. 148) ¿Cuando nosotros hablamos de la auto-comunicación de Dios, hablamos de un evento histórico, quiere decir, tiene significado para nosotros, por ejemplo, la revelación de Dios a Abraham, a los oráculos proféticos, y la Encarnación? ¿O hablamos nosotros de una “comunicación trascendental,” en otras palabras, la experiencia de la llamada de Dios y nuestro deseo de responder y de ahí sobrepasarnos? (Esa es la comunicación trascendental que Rahner describió en Grado Uno, Parte 4, y en Grado Dos, Parte 2.)

Rahner dice que Él significa los dos. La auto-comunicación de Dios sucede histórica y trascendentalmente. Por una parte, nosotros tenemos una interpretación específicamente cristiana de la comunicación de Dios a nosotros. Es una comunicación que se ha rendido a la historia y transmitido en la tradición cristiana.

Por otro lado, la comunicación de Dios es apenas un punto de partida, recibida en la historia. Nosotros los cristianos estamos invitados a aceptar o rechazar la oferta de trascendencia en la tradición que hemos recibido. La auto-comunicación de Dios siempre tiene estas dos estructuras – un medio histórico y una invitación trascendental que responder.

Part 2: ¿Qué significa “comunicación de Dios mismo”?

(IV.2, p. 149) En esta sección, Rahner explica las maneras en las que Dios se comunica. En primer lugar, él insiste que Dios no se comunica mandando un mensaje sino formando una relación (A). Esta relación consiste en la invitación de Dios y nuestra respuesta (B). Sabemos de Dios como quién nos creó y nos invita a sobrepasar nuestra situación actual, con lo cual, nos hace dar cuenta de las posibilidades que nuestra existencia nos ofrece (C). Dios no sólo nos da estas posibilidades, sino que también nos permite a recibirlas como un don (D). Como padres que dan su vida a su niño, Dios nos da la vida divina a nosotros (E). Esta vida es más que la capacidad sencilla de oír la llamada de Dios; es también una transformación y una capacidad de amar como Dios ama (F). Sin duda, esta capacidad forma parte de nuestra naturaleza humana; pero es creada libremente por Dios, no “debida” ni deducible por medio de un sistema lógico (G). La oferta del ser divino no es algo añadió a la naturaleza humana, sino que es la satisfacción del hambre que Dios mismo ha creado (H). Las Escrituras hablan de esto como la habilidad de ser un niño de Dios y un lugar de morada del Espíritu (I). Nuestra respuesta deberá aceptar la oferta en la gratitud y rendición al que hace la oferta (J).

A. Gracia justificante y visión beatífica
(IV.2.A, p. 149) El ser humano, dice Rahner, es “el evento de la absoluta e indulgente comunicación de Dios mismo” (149). Para los cristianos, la persona no es principalmente un cuerpo animado, o un alma eterna, sino un evento. El evento es una relación con Dios. Dios nos da el ser divino. ¿Por qué? Por nuestra habilidad de saber de Dios y poseer a Dios. ¿Cómo sucede esto? Sucede en la inmediación de la experiencia, es decir, en nuestra experiencia de trascendencia, de la libertad, de responsabilidad, y del amor.

En este evento, la persona experimenta como “la gracia de la justificación” y la “visión beatífica” como lo llama la tradición cristiana. ¿Qué es la visión beatífica? En la tradición cristiana, es el encuentro inmediato con Dios después de la muerte. Sin embargo, Rahner le da una interpretación que corresponde a antes de la muerte, él le llama el cumplimiento de nuestra divinización. La divinización es un término de Patrología griega, se refiere tradicionalmente a la plenitud de la experiencia cristiana, la plenitud de estar vivo, no en mí mismo, sino en Cristo que vive en mí. Para Rahner, divinización es la experiencia de la gracia en sumo grado. La gracia diviniza al ser humano por la meta final de la visión beatífica. Levanta a la persona a la posibilidad de trascendencia.

B. La doble modalidad de la comunicación de Dios mismo
(IV.2.B, p. 150) Hay dos maneras o dos modos por los cuáles Dios comunica el ser divino. Una es la oferta y llamada de Dios a la libertad humana, es la invitación divina de trascendencia. La otra es nuestra respuesta humana. Nuestra habilidad de responder es un “permanente existencial,” un componente de que somos humanos creados para Dios.

De esta doble auto-comunicación, tres consecuencias fluyen. Una es nuestra aceptación de la oferta de Dios, basado en que Dios se otorga en la oferta Sí mismo (a saber, la habilidad de oír la llamada divina y responder a ella). La segunda consecuencia o la cláusula es que podemos responder a la auto-comunicación divina. Nosotros no lo debemos interpretar como algo creado, tal como un conjunto de las condiciones que debemos encontrar en nuestra propia iniciativa. Aún en nuestra aceptación de la oferta de Dios se debe permitir y debe ser respaldada por Dios. La tercera consecuencia es que Dios anima nuestra libertad. Aunque podamos hablar de “nuestra” libertad, no obstante esa libertad viene de Dios como un don.

C. Comunicación de Dios mismo y carácter permanente del misterio
(IV.2.C, p. 150) Rahner dice, “El hombre es el evento de la absoluta e indulgente comunicación de Dios mismo.” El significado del “evento” fue tratado en 2.A arriba. ¿Pero cómo puede darnos Dios el ser divino sin la transformación de ese ser en un objeto como cualquier otro? ¿Cómo puede estar Dios “presente” sin llegar a ser una cosa? La respuesta es que Dios está presente como el “hacia dónde” de trascendencia. Esto significa que conocemos a Dios como nosotros nos conocemos, en la experiencia íntima de la libertad de escoger y en la llamada para actuar responsablemente. De ahí Dios se presenta como el “hacia dónde de trascendencia,” es decir, el creador y suelo incalculablemente remotos del ser y (al mismo tiempo) el cierra íntimamente conciencia y llamada de la libertad. El “hacia dónde” (nuestra trascendencia) y el “se opone” (el ser divino) coincide. Así que Dios comunica el ser divino sin dejar de ser divino. El horizonte original del ser es también nuestro objeto de culto.

D. El donador es en sí mismo el don
(IV.2.D, p. 152) Este párrafo explica cómo Dios puede ser el donador y el don por si mismo a la vez. Dios es la causa de todas cosas. Y cuándo Dios se comunica con nosotros, nosotros somos cambiados. El don de Dios del ser llega a ser una parte muy íntima en nosotros. La causa divina llega a ser un principio del efecto humano. Llegamos a ser porque Dios se nos da.

E. El modelo de la causalidad formal
(IV.2.E, p. 152) Aquí se usa el idioma de la metafísica tomista. Según Rahner la relación de Dios con nosotros es un ejemplo de la “causalidad formal.” El principio del ser divino llega a ser constitutivo de lo que somos. Por ejemplo: la generación de niños por sus padres es la causalidad formal. En este caso de los niños, el “principio” de los padres llega a ser una parte de los niños. Esto se debe distinguir de la “causalidad eficiente.” En la causalidad eficiente (por ejemplo, una raqueta golpeando una pelota), el efecto difiere de la causa (la raqueta no llega a ser una parte de la pelota).

Dios nos “causa” en cuanto Dios nos comunica el ser divino a nosotros. Sin embargo, cuando recibimos el don de Dios, Él no pierde su ser divino. Dios no causa ni produce algo diferente del ser divino, sino que, Dios llega a ser un elemento constitutivo en el cumplimiento de la criatura. Nuestra “justificación” por Dios no es un algo, Dios se hace parte de nosotros. Es más bien la orientación de seres humanos, una orientación consumada por Dios, al misterio absoluto y divino.

F. Comunicación de Dios mismo para un conocimiento y amor inmediatos
(IV.2.F, p. 154) ¿Qué significamos nosotros cuando hablamos de la auto-comunicación de Dios? Significamos que Dios llega a ser “inmediato” a nosotros. Sabemos a Dios por nuestra propia experiencia, por nuestro propio conocimiento de nosotros mismos. Nosotros nos sabemos como recipientes y beneficiarios de la llamada de Dios y como personas que desean responderle. Entonces Dios llega a ser inmediato como la unidad espiritual, la unidad fundamental del conocimiento y el amor: el conocimiento de Dios que nos llama y el amor de Dios que nos pide que respondamos.

El hecho que nosotros seamos creados por medios de Dios es nuestra “causa eficiente.” Pero la causalidad eficiente es un modo deficiente de auto-comunicación de Dios. Hay más a la auto-comunicación de Dios que el hecho de la creación. Dios es también, en Jesucristo, el amor generoso encarnado. El amor de Dios para nosotros, expresado en la vida y la muerte de Jesús, rocía sobre nosotros y a otras personas. Dios se comunica, no simplemente por hacernos capaces de oír y responder a la llamada de Dios, sino dándonos el ser divino.

G. Gratuidad absoluta de la comunicación de Dios mismo
(IV.2.G, p. 155) Porque Dios actúa en libertad, nosotros no podemos reclamar que merecemos el don del ser divino. Algunos pueden discutir eso, porque Dios crea a todos los seres humanos con la capacidad de oír y responderle, este potencial forma parte de nuestra naturaleza humana, y no es la gracia. Pero no, dice Rahner, se da libremente y es “sobrenatural,” no meramente natural. ¿Por qué no? Porque el don de Dios del ser divino a seres humanos es añadido a la naturaleza, y no puede ser deducido por medio de la lógica.

H. Gratuidad no significa exterioridad
(IV.2.H, p. 155) Dios se nos comunica libremente, sin embargo, esa auto-comunicación no es extrínseca, tampoco accidental. Dios no escoge para comunicarse a algunos, y no a otros. El don del ser divino es más que una sobrenaturaleza, agregada a la naturaleza meramente humana. No queremos decir que Dios es impersonal, neutral, o remoto. No queremos decir que la auto-comunicación de Dios es una mera capacidad para tomar decisiones, una capacidad dada indiferentemente a todos. ¿Por qué no? Porque Dios crea en nosotros un vacío, un hambre, que Dios sólo puede satisfacer. Dios es amor y no quiere permanecer sólo en sí mismo. No, dice Rahner, Dios crea en nosotros un deseo y lo cumple con su vida divina.

I. Anotaciones sobre la doctrina de la Iglesia
(IV.2.I, p. 157) Hay numerosas Escrituras que prefiguran la doctrina de auto-comunicación trascendental. El Nuevo Testamento habla de seres humanos que llegan a ser niños de Dios, del Espíritu de Dios viviendo en nosotros como en un templo, de nuestra participación en la naturaleza propia a Dios, de la esperanza de encarar a Dios, y de la semilla de la justificación que nosotros ahora poseemos y que dará muchos frutos. Todo esto sugiere que Dios ha llegado a ser “inmediato” (ve el Grado segundo, Parte 5.B) por la mediación de nuestro propio ser. Por contraste, hay otras mediaciones que no hacen a Dios como presente. El Nuevo Testamento se refiere a éstas cuando habla de “principados y poderes,” es decir, las muchas mediaciones que no son Dios.

J. El cristianismo como religión de la inmediatez con Dios
(IV.2.J, p. 157) La cristiandad supera a todas las otras religiones, Rahner dice, por que en la cristiandad Dios es inmediato. Dios “no confiere cualquier don numinoso, misterioso, como algo distinto de él, sino que se entrega a sí mismo” (157). Esto sugiere que deberemos someternos a Dios como “al inefable misterio sagrado,” a aceptarlo “con libertad,” y para permitirlo llegar a ser para nosotros “en lo que llamamos fe, esperanza y amor.”

Parte 3: La comunicación de Dios como “existencial sobrenatural”

(IV.3, p. 159) ¿Qué es el existencial sobrenatural? Es el ser de la persona humana ordenado a la comunión con Dios (A). Es sobrenatural porque la comunión con Dios sería imposible si Dios no nos hubiese dado la capacidad para esto (B). La capacidad es lo que Rahner quiere decir cuando él habla acerca de nuestra elección para sobrepasarnos respondiendo a la oferta de Dios (C). La oferta de Dios, y la capacidad que Dios da de responder a ella, son la “gracia.” Porque la gracia se esconde de nosotros, no podemos reducirla a un objeto de reflejo, pero Dios puede darnos la habilidad de reflejarnos (D). Somos capaces de reflejar sobre ella la experiencia de nuestras vivencias, como en la tradición de la Iglesia, una tradición objetiva en la que reconocemos nuestra propia experiencia subjetiva.

A. La afirmación de la comunicación de Dios mismo como afirmación ontológica
(IV.3.A, p. 159) Para decir: “el hombre es el evento de auto-comunicación absoluta de Dios” no deberá hacerse en una declaración acerca de cosas neutrales ni impersonales. Ni es una declaración “categórica” en el sentido filosófico (una declaración que indica un hecho, conocido por la experiencia, que se conforma a reglas como cualquier otro hecho), sino, la declaración es ontológica. Tiene que hacerla a personas humanas, al menos no es válido para los cristianos, pero para todas personas. Sin embargo, eso no lo hace cualquiera, menos algo sobrenatural. Para estar seguro, no todos aceptarán la auto-comunicación de Dios. Las personas pueden protestar contra su ser esencial y contra la auto-comunicación divina que los ha formado, pero la comunicación siempre sucede.

B. La comunicación como condición de la posibilidad de aceptarla
(IV.3.B, p. 161) La auto-comunicación de Dios no es solo un don y una gracia, es también “la condición necesaria de la posibilidad de su aceptación” (161). Así que cuando recibimos el don del ser divino, nosotros recibimos no sólo el don, sino también la gran posibilidad de recibirlo. Nosotros no estamos en la posición de aceptar el don de Dios como si fuéramos soberanos. Sin Dios, nosotros no podemos tomar lo que se ofrece.

C. La trascendentalidad del hombre elevada sobrenaturalmente
(IV.3.C, p. 162) La oferta de Dios del ser divino no se experimenta meramente al lado de otros objetos de nuestra experiencia trascendental. No es, por ejemplo, idéntica a nuestra capacidad para la decisión libre, nuestra capacidad de actuar responsablemente, nuestra capacidad de llegar al corazón de otro en el amor. Más bien, es la condición para la posibilidad de cada uno. Porque es tan íntimo, puede dejarse pasar, puede ser suprimido, puede ser negado, y puede ser interpretado falsamente. Pero se puede reconocer también y puede ser hecho un tema para la reflexión. Nosotros lo sabemos en cercanía e inmediatez como el fundador de la trascendencia.

D. La experiencia de la gracia y su carácter oculto
(IV.3.D, p. 162) ¿Cual es la diferencia entre la gracia y las otras estructuras básicas de trascendencia? Por ejemplo, ¿Qué distingue a la gracia de la experiencia del misterio, la libertad, la apertura y criatura? La gracia no se puede distinguir por actos sencillos del reflejo e introspección psicológica. Se queda libre, y no puede ser predicha ni manipulada. En resumen, se esconde. Pero no cae fuera de la posibilidad infinita de nuestra trascendencia.

La experiencia de trascendencia y nuestro reflejo no son lo mismo. La experiencia de la gracia no puede ser reducida a un reflejo más de la experiencia del espíritu humano. Y la comunicación de Dios con nosotros no puede ser reducida a un asunto de reflejo porque no esta aún acabado. No es más la visión beatífica.

Podemos decir esto: en la gracia, el espíritu humano se mueve dentro de su meta (es decir, el Dios que comunica) y hacia su meta (la visión beatífica). Verdadero, nosotros no podemos estar ciertos que nuestro reflejo en la experiencia trascendental es de hecho una experiencia de Dios. Dios debe “concederlo,” porque la experiencia no es una característica natural y siempre presente. La gracia es más bien una “modalidad” de trascendencia. Es el poder dado por Dios de nuestro movimiento hacia la visión beatífica. Aunque nosotros no lo podamos expresar con certeza, sin ambigüedades, no obstante nosotros podemos reconocer nuestra experiencia trascendental en la historia de la revelación y de la cristiandad.

La persona que está abierta a la trascendencia encuentra el misterio, no como un horizonte lejano, sino como el perdón y la intimidad. El don de Dios del ser divino es el perdón. Verdaderamente, podemos decir que la experiencia de auto-comunicación de Dios “puede ser tan atemática, tan ‘arreligiosa’, que se dé – en forma innominada, pero real – siempre que en general cultivemos nuestra existencia” (165-6). Cuándo nosotros confrontamos el abismo de la existencia y nos damos cuenta de que el abismo nos acepta y es nuestra seguridad, verdadera y perdonanda, entonces experimentamos el misterio divino que se nos comunica.

Part 4: Manera de entender la doctrina trinitaria

(IV.4, p. 167) El lenguaje de “un Dios en tres personas” es difícil de concebir porque sugiere a personas individuales (A). Estas personas, San Agustín dijo, tienen su propia vida interior como la “Trinidad inmanente” (B). Pero Rahner insiste que esta Trinidad inmanente es la Trinidad de la economía de la salvación, y que necesitamos ver a Dios como activo en la historia.

A. Problemática de los conceptos
(IV.4.A, p. 167) En el idioma ordinario, nosotros entendemos la palabra “persona” como un individuo. La persona es “un centro de actuación propio, libre, que dispone sobre sí mismo y se delimita frente a otros con saber y libertad” (168). Pero eso no es lo que queremos decir cuando hablamos de la Trinidad de personas en Dios. Dios es solo y extraordinario, y así que las “personas” de Dios no se deshacen a sí mismas para quedarse como individuos separados. Hay en Dios un solo conocimiento y una sola libertad, no tres individuales. Así que un concepto de “tres personas en un Dios” deberá ser difícil para entender.

B. Problemática de una “doctrina psicológica de la Trinidad”
(IV.4.B, p. 168) La teoría psicológica de la Trinidad se asoció con S. Agustín. Esta teoría presupuso la idea que el Padre expresa la divinidad en una Palabra que respira el Espíritu. Esto es “la vida interior de Dios.” Sin embargo, Agustín no explicó esta vida interior. Rahner lo critica en su teoría psicológica porque ello no da suficiente peso a la historia. No trata nuestra experiencia histórica de ser salvados por el Hijo y por el Espíritu. Es más bien una “especulación casi gnóstica acerca de cómo se comportan las cosas en el interior de Dios.”

C. La Trinidad “económica” histórico-salvífica es la inmanente
(IV.4.C, p. 169) La Trinidad no es una asamblea de “poderes” sobrenaturales. Es más bien el Dios verdadero, “el cual se encuentra en la historia de la propia revelación de Dios” (169). A Dios le denominamos Espíritu Santo en la medida en que como Dios nos diviniza. A Dios le denominamos “La Palabra” en la medida en que como Dios se hace presente en la historia como Jesucristo. A Dios le denominamos “el Padre” en la medida en que como Dios es el misterio inefable y lo sagrado que está presente en el Hijo y el Espíritu. Los tres son “los modos de presencia.” Ellos son diferentes “para nosotros,” pero ellos se quedan en un mismo Dios. Aunque la teoría psicológica postule las diferencias entre las tres como la vida interior de Dios, este postulado no nos deja satisfechos. La Trinidad entonces llega a ser el Dios misterioso de la distancia infinita de nosotros, en vez del “misterio sagrado” de la presencia de Dios en la historia. La Trinidad inmanente, con su propia vida interior, es simultáneamente la Tradición económica de la historia de la salvación.

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